domingo, 17 de abril de 2016

Hubo un tiempo en que...

Yo y mi hijo hemos visto cosas que vosotros no creeríais: Lanzar caballeros a torres más allá de Carcassone. He visto Superhores-Marvel levantar toneladas de peso cerca de la puerta de Asgard. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como tristes meeples en la lluvia. Es hora de jugar.
En que el ocio aún no era masivo, rápido, fugaz, de usar y tirar.

En que solamente teníamos dos canales en televisión y para cambiar entre ellos no existía el mando a distancia.

En que la música se movía a ritmo de movid, de electroduendes y la bruja avería y de los viodeclips de la Bola de Cristal.

En que en vídeo debías elegir entre dos estándares de nombre a cual mas raro.

En que extrañas y aparatosas máquinas comenzaron a colarse en nuestros hogares.

En que para empezar a jugar a un juego debías esperar 15 minutos, cinco de ellos solo para que la primera ilustración de portada se cargara, una línea tras otra lentamente como interminables olas.

En que las portadas de aquellos primitivos casettes instalados en expositores eran como sirenas que con sus cantos y dibujos intentaban atraerte a horas de diversión (y a veces desesperación) en aquellos humildes 8 bits.

En que aquellas ilustraciones te hacían soñar con ser héroe, astronauta, explorador o intrépido aventurero, o quien sabe, viajar hasta el mismísimo centro de la tierra o ser el mas experto espía y marine.

En que a veces quedabas defraudo tras los largos minutos de espera, pero otras valía la pena y las promesas se cumplían.

Eran tiempo en que los niños soñaban despiertos, y hacían su volar su imaginación a mundos desconocidos, como Bastían a lomos de Atreyu buscando las fronteras de Fantasía, En que la historia era realmente interminable y nunca parecía tendría un fin.

Eran tiempos, quizás mejores, quizás pero otros tiempos, irrepetibles, mágicos y únicos, pequeños tesoros de adultos que nunca dejamos de soñar con poder viajar a nunca jamás.

Eran tiempo de los que conservaremos recuerdos aislados como gemas preciosas, hilos sueltos que solo sabrán apreciar los ojos de quienes viajaron a lomos de las alfombras mágicas por ellos tejidas.


Gracias Isidre, gracias Jimenez, gracias a todos y tantos ilustradores, gracias por esos sueños, nunca los olvidaremos.


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