Eres un valiente caballero. En tu condición de humano adulto, mides 1,75 m y pesas alrededor de 85 kg. Eres listo y has sobrevivido a muchos peligros recurriendo a tu ingenio. Estás bien adiestrado en el uso de las armas y eres un adversario muy difícil.
Portas una espada y un puñal y vistes una casaca verde de manga larga que cubre parte de tus pantalones de piel. Botas de buen cuero protegen tus pies. Una larga capa verde de cazador te resguarda del frío. Llevas contigo frascos de aceite, yescas, un trozo de cuerda y otros pertrechos en una bolsa de piel atada a tu cinturón, así como agua y alimentos en un saco que te cuelga del hombro.
CANSADO después de una larga jornada de caminata, has decidido pasar la noche en un bosque extraño. La zona es misteriosa. Como la luna no brilla, las sombras son muy oscuras. El aire está inmóvil y denso. Ni siquiera se oyen los habituales ruidos nocturnos de pequeñas aves u otros animales. Normalmente habrías seguido avanzando por el oscuro bosque hasta alcanzar la aldea más próxima, pero esta noche estás demasiado fatigado para dar un paso más.
Te envuelves con la capa y te echas sobre un suave lecho de musgo con la espada a tu lado. Poco después duermes profundamente.
Sueñas que las brisas estivales agitan tu ropa. Un fuerte viento tironea de tu capa.
Despiertas lentamente. ¿Viento? ¡No sopla la menor brisa, la noche está inmóvil!
Tus reflejos dan la voz de alarma y despiertas. Abres los ojos y ves un halfling de noventa centímetros de altura —probablemente un ladrón— que registra tu ropa con sigilo.
Con un rápido movimiento te pones de pie de un salto y sujetas por el cuello al desdichado ser.
Los ojos del halfling brillan a la luz de la luna y es fácil comprender que está asustado.
—Ya está bien. ¿Podrás darme una buena razón para que no te arroje a los cuervos como alimento?
—¡Ay, por favor, no lo hagáis! —Gime el halfling—. Sólo soy un pobre ser hambriento llamado Laurus. No represento un peligro para nadie. Acabo de salvarme de un destino terrible. Si me perdonáis y me dais de comer, os diré dónde encontrar un gran tesoro.
Vacilas pero finalmente lo dejas en el suelo, al tiempo que dices:
—Aunque ni siquiera necesito todas las riquezas del mundo, tus palabras han despertado mi interés. Te perdonaré la vida y te daré de comer si tu historia me interesa tanto como para compensar que me hayas despertado. Pero te advierto que si tu relato no me atrae, te arrojaré a los cuervos.
Mientras vigilas atentamente al halfling, coges madera seca de debajo de los árboles para encender una hoguera. Poco después el ladronzuelo y tú compartís la amable tibieza de las llamas. La luz brillante que el fuego despide aparta las sombras de la noche. Preparas jarros de té mientras el halfling se alimenta vorazmente con una pata de cordero y una rodaja de queso. Come como si hubieran pasado años desde la última vez que probó un bocado.
—Laurus, has hablado de tesoros y aventuras… —Lo apremias, procurando no hacer evidente tu curiosidad.
Laurus pasa un dedo mugriento por el jarro, buscando cualquier resto de azúcarque se le hubiera escapado a su lengua. Entretanto, pasea sus grandes ojos pardos de un lado a otro, evaluando sus posibilidades de escapar. Observa la firme gracia de tus movimientos, tu escudo brillante como un espejo que relumbra a la luz del fuego y tu espada, tan próxima, con la empuñadura bruñida por el uso. Se limpia la boca con el dorso de la mano, suspira y contempla el fuego parpadeante.
—Sí, es verdad. Es una historia maravillosa y autentica, pero cuando vuelva a mi hogar prácticamente nadie me creerá.
—Inténtalo conmigo. Quizá te crea. Siempre estoy dispuesto a oír un buen relato y aún me debes la cena y tu vida.
—Os lo contaré —añade el halfling dirigiéndote una mirada astuta—. Pero tal vez os arrepintáis de haberme pedido que os lo cuente —el halfling se apoya en el tocón de un árbol, adopta una mirada distraída e inicia la historia—: Toda mi vida la he pasado en esta región, que fue un lugar realmente agradable hasta que apareció un mago. Se hace llamar Kalman. Nadie sabe quién es ni de dónde vino. Un día no estaba aquí y al siguiente apareció. Pronto todo empeoró. La gente se volvió pobre y achacosa, las cosechas se marchitaron, el ganado se debilitó y murió… y a través de nuestras penurias el mago se tornó rico y poderoso.
»Finalmente la gente se hartó. Hizo acopio de valor, se presentó ame Kalman en medio de la noche, le quemó la casa y lo expulsó del pueblo. Kalman huyó a estos bosques y los reivindicó como propios. Los aldeanos nos mantenemos lejos del bosque, pero los viajeros que prefieren no hacer caso de nuestras advertencias se internan en la arboleda y no se les vuelve a ver. Siempre fui demasiado listo — suspira el halfling—. Un día decidí conocer el secreto del bosque y de los viajeros desaparecidos y encontrar quizás el modo de liquidar al brujo. Si lo lograba, podría regresar al pueblo convertido en un héroe rico. Así que una mañana, sin despedirme siquiera de mis parientes, me interné entre los árboles. Exploré hasta el último centímetro del perverso bosque y no encontré nada. Finalmente hallé una montaña justo en las afueras del bosque. Como estaba cansado y tenía frío, trepé hasta una saliente de roca para recobrar fuerzas. Me proponía reposar un rato antes de volver a casa. Debí de quedarme dormido, ya que a continuación, cuando desperté, encontré a Kalman a mi lado. «Halfling, de modo que me estabas buscando», dijo. «Pues ya lo has hecho y apuesto a que recibirás más de lo que esperabas». Hizo un ademan con el que me hechizó de modo tal que no podía moverme y me cargó sobre su hombro como si fuese un conejo atado. Luego nos deslizamos por una abertura en la ladera de la montaña.
—No puedo ni quiero hablaros de todas las cosas aterradoras que vi. Ni siquiera deseo pensaren ellas —el ladronzuelo se estremece—. El mago me llevó al corazón de la montaña que, por lo que sé, podría ser el corazón del planeta y allí vi todos los tesoros del orbe. «Puesto que querías robarme, mira mis tesoros», declaró Kalman.
«Así siempre sabrás cuánto has perdido. Los que neciamente buscan el peligro siempre lo encuentran. Pocos son los que saben cómo manejar peligros y riquezas.
Has tenido suerte pues me siento generoso. Te dejaré partir y ni siquiera le convertiré en tritón, que es lo que mereces. Cuando vuelvas a tu casa, nadie te creerá. Tus amigos pensarán que has estado en el bosque bebiendo zumo de maíz fermentado y que te has inventado una historia para justificar tu ausencia. Todos se burlaran de ti.
Sólo tú sabrás lo que has contemplado y perdido. ¡Fuera de aquí!». De las yemas de Kalman surgió un humo negro. Cuando se dispersó, yo estaba en este bosque umbrío, a solas y hambriento —durante un rato Laurus contempla el fuego sin hablar.
Finalmente se pone de pie y agrega con risa trémula—: Como observáis, soy un pobre halfling que no puede hacer daño ni ayudar a nadie.
Te compadeces del desamparado tipejo y sientes curiosidad por el brujo perverso y su fabuloso tesoro. Aunque parezca extraño, has creído su historia.
A pesar de que el hombrecillo está envuelto en una capa sucia y harapienta y que de una de sus raídas botas de piel asoma un dedo gordo, sus ojos muestran una expresión resuelta que parece decir: «No soy un cobarde». Aunque la vida ha maltratado a Laurus, es valiente. Si se le estimulara y se le diera una buena oportunidad, podría resultar un valioso compañero.
—Laurus, ¿podrías volver a encontrar la entrada de esa montaña? —Preguntas serenamente.
El halfling te observa unos segundos antes de responder.
—Claro que podría, pero eso significaría vuestra muerte. A vos. Kalman no os permitiría sobrevivir, como hizo conmigo. Yo fui una distracción momentánea, pero vos supondríais una grave amenaza. De todas maneras, antes de llegar a él os devorarían los monstruos. ¡Son aterradores! Aunque no los recuerdo bien, les tengo lo bastante presentes como para que me provoquen pesadillas el resto de mi vida.
Estáis loco al pensar en entrar allí. ¡No me haríais regresar ni por un millón, ni un trillón de monedas de oro!
Te cruzas de brazos y contemplas a Laurus, mientras te golpeas un hombro con los dedos.
Laurus menea la cabeza y añade:
—Veo que nada os detendrá. Como dijo el brujo, «los que buscan el peligro lo encuentran». ¿Quién puede saberlo? Hasta es posible que tengáis éxito donde yo fracasé. Os conduciré a la saliente rocosa. Al menos quedará demostrado que digo la verdad.
Recoges tus contadas pertenencias, levantas el campamento de prisa y sigues al halfling por el bosque.
La noche es cerrada. Si no contaras con Laurus de guía, que conoce el camino, te perderías irremediablemente. Los arboles surgen entre las sombras, las ramas abrazan tus piernas y piedras cortantes penetran las suelas de tus botas.
Finalmente, destacando en medio de la noche, la montaña se alza ante ti. Laurus da unas vueltas y grita:
—¡Ajá! ¡Aquí está!
Una gran grieta oscura divide la montaña.
Te vuelves hacia el halfling, casi esperando que haya desaparecido. Pero Laurus ha permanecido fielmente a tu lado en vez de escabullirse en la penumbra apenas llegasteis a la hendedura.
—Laurus, ¿qué te ocurrirá si regresas a tu aldea? —Inquieres.
Laurus ríe amargamente.
—Si digo la verdad, mi esposa me regañará. Es una mujer severa. Si no digo la verdad, me gritará por haber desaparecido y no me dirigirá la palabra, lo cual podría ser una bendición. Volveré a ser el pequeño Laurus, el ayudante del panadero.
—Laurus, eran necesarios un gran corazón y mucho coraje para intentar una empresa tan peligrosa —dices—. ¿Qué te parece unirte a mí para una segunda aventura? Kalman no imagina que seas capaz de regresar y es posible que con tu
ayuda derrotemos al viejo perverso. Si tenemos éxito, regresarás a casa convertido en un héroe. Y a partir de entonces serás conocido como Laurus el Valiente.
El halfling mira al suelo y deja caer los hombros.
—No puedo hacerlo —susurra—. No soy un luchador. Elegid a alguien que no os defraude.
—No me interesa nadie más. ¡Te necesito y te quiero a ti! Puedes hacerlo si confías en ti mismo.
Luego de una prolongada pausa, Laurus te mira a los ojos y se mesa la barba.
—¿Necesitáis realmente mi ayuda? ¿De verdad creéis que puedo hacerlo?
Sinceramente, tengo mucho miedo. Gran parte de lo que vi me parece una pesadilla; todo era horripilante, aterrador e incierto. De todos modos, me gustaría ser Laurus el Valiente… Una aventura de verdad —medita en voz alta—. ¡Una aventura que podría tener éxito! Sois fuerte y diestro en el manejo de las armas. Apuesto a que también sois astuto. Para ese brujo significaríais un desafío mayor que el que yo le planteé.
Pero yo he estado allí. Quizá podría ser útil. Tal vez podría hacerlo. ¿Qué puedo perder? Mi mujer me regaña y los demás halflings se ríen de mí. No tengo mucho que perder, sino mucho que ganar.
Guarda silencio mientras medita. Por último, grita:
—¡Sí, lo haré! Si me necesitáis, contad conmigo.
—¿Sabes manejar un arma? —Preguntas.
—En mi condición de ayudante del panadero apenas he tenido la oportunidad de usar armas, pero conozco los datos básicos que todos los halflings aprenden —responde Laurus—. Soy leal y muy fuerte.
—Bien dicho. Laurus. He conocido gigantes con corazón de ratón. No se debe juzgar a un ser por su tamaño. No tienen precio las cosas que realmente cuentan: la verdad, la lealtad, el valor y el honor.
El halfling te dedica una sonrisa y sus ojos redondos se llenan de brillantes lágrimas.
—¡Vamos, vamos, no es momento para lágrimas! Ahora escúchame con atención.
Me llamo Caric. Cógete de mi mano y jurémonos lealtad mutua y fidelidad a nuestra misión —el halfling desliza su pequeña y curtida mano en la tuya y poco después hacéis el juramento. Luego añades—: Bien, no hay motivos para permanecer en este sitio. ¡Que la aventura comience de una buena vez!
Contemplas las estrellas y das varias bocanadas del aire limpio y vigorizante.
Posas firmemente la mano en la empuñadura de la espada y te introduces por la grieta. En el interior todo está en calma. Parece una sencilla caverna. Pese a que el relato del halfling te pareció verídico, durante unos instantes lo pones en duda.
Cuando tus ojos se adaptan a la oscuridad, ves un esqueleto apoyado contra la pared con la vista fija en la de enfrente. A su lado se divisa un pequeño escudo. Con un buen bruñido podría brillar tanto como el tuyo. Coges el escudo y se lo entregas a Laurus, dándole al mismo tiempo tu puñal. El halfling coge ambas cosas, sujetando cautelosamente el puñal con la yema de los dedos.
—No muerde —dices—. Sujétalo con firmeza. Prepárate. No golpees hasta estar seguro del blanco y no vaciles a la hora de emprender una acción.
—Intentaré hacerlo lo mejor posible —responde Laurus acomodándose el puñal en el cinturón—. Estoy asustado, pero no os defraudaré —dice mientras comienza a lustrar el escudo.
Tus ojos siguen la mirada del esqueleto y divisan un mensaje garabateado en rojo en la pared de la cueva.
¡CUIDADO CON EL AGUA QUE NO ES AGUA, Y ATENCIÓN AL BASILISCO!
Con excepción de un montón de hojas y ramas en el ángulo oeste de un agujero en la pared bajo el mensaje, la cueva está vacía.
—Bien. Laurus, ¿a dónde vamos ahora?
—No lo sé —responde el halfling. No recuerdo ninguna senda, sólo algunas de las cosas que vi.
1. Si te interesa investigar el agujero en la pared, pasa a esta sección.
2. Si te interesa estudiar el montón de hojas situadas en la esquina, pasa a esta sección.
No hay comentarios:
Publicar un comentario